domingo, 3 de abril de 2011
CASCABELES
Al principio no tenían nombre. Venían de uno en uno, más silenciosos que los gatos, hasta el jardin y esperaban a que yo saliera para pasear.
Con el tiempo comencé a diferenciarlos, a reconocerlos, y hasta me encariñé con ellos. Así, sin querer, les fui poniendo nombre.
Al más negro y confiado lo llamé "Derrota"; al de ojos grises y mechas pardas en el plumaje lo llamé "Soledad"; y al más pequeño de los tres, al que siempre se mantenía más prudente de mí, lo llamé "Azul", por el brillo de sus ojos.
Como aparecían en cualquier momento del día o de la noche, para saber cuándo venían, les puse un cascabel a cada uno.
Ahora, ya antes de que lleguen a mi jardín, escucho el tintineo y al menos estoy preparado.
A veces pienso en qué será de mí el día que dejen de visitarme... esos cascabeles.
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