lunes, 5 de julio de 2010
SUEÑOS DE ARENA
Todos fuimos alguna vez
alegres recolectores de caracolas.
De sol a sol en la costa del Jaizkibel,
nuestro único reloj: la arena.
No había en el mundo oficio más honrado
ni quehacer mejor remunerado
que el de recoger cantando esos frutos
olvidados del Mar.
No hacía falta recorrer los 7 mares
para escuchar cantos de sirena.
No hacía falta ser valiente
para conquistar un nuevo continente.
Bastaba con pararse a escuchar
la canción de las caracolas.
Pero con los años
(ya se sabe: la familia, el vecino, la escuela...)
todos lo vamos dejando...
Con los años, poco a poco, lo vamos olvidando...
hasta llegar a ser esto que ahora somos:
tristes pordioseros de la fama y del dinero.
Pero no, no quiero vivir en esta jaula dorada,
"soy pájaro corsario que no conoce el alpiste".
No quiero morir en tierra firme.
No quiero morir decente y triste.
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