FRUTA PROHIBIDA
Fruta, fruta... el olor a fruta por todas partes... Y ella, mi Eva, al otro lado de la báscula y de la caja registradora, con sus manos mariposas volando de plátano a fresa, de papaya a ciruela... Fruta, fruta... Su melena negra, como una tormenta de moras, agitada por el aire acondicionado. Sus pechos sabrosos, pequeños como manzanas. Sus pezones piñones marcados en la camiseta. Fruta, fruta... Esos ojos dulces y negros de uva moscatel, un poco silvestres, aún brillantes de rocío. La piel de melocotón tan bronceada y suave. Las piernas fibrosas sin medias, ligeramente abiertas sobre la silla. Fruta, fruta... Y sus labios de hembra madura... Pulpa, pulpa... labios jugosos, naturales, sonrosados sin pintar, que de pronto se despegan despacio, muy despacio, y dibujan una promesa mientras se acercan a mí... Tan cerca, tan cerca que yo entonces, por primer vez, puedo oler el perfume del paraíso, y empiezo a salivar... Fruta, fruta... Y cuando sus labios ya están a solo un palmo de mi cara se abren más aún... al máximo, así... y del interior de su boca surge el grito: "!!Espabila chaval, que hay más gente en la cola¡¡"