Yo era niño cuando ocurrió. Tras una noche de tormenta, amaneció aquel día tibio y azul en que paseando por la playa de los Frailes descubrí las alas.
Estaban semienterradas en el lecho de arena y piedras; dos alas tristes y desgajadas. Parecían de seda, medían unos dos metros cada una, y al menor movimiento sus plumas translúcidas brillaban como el gasoil flotando en el puerto.
Yo era niño cuando ocurrió. Con un ala en cada uno de mis brazos de alambre pasé toda la mañana saltando por el patio de la escuela. Gritaba mientras trataba de alzar el vuelo: ¡hasta las nubes! ¡hasta las estrellas!
Para calmar a los demás niños del colegio -que con la noticia del extraño descubrimiento no paraban de hacer preguntas- los profesores convocaron una reunión urgente. Aquel mismo día fui expulsado de la escuela. Mis locuras de niño escapista eran una influencia negativa para los demás alúmnos.
A la mañana siguiente las olas trajeron más alas. Los hombres de uniforme se dieron mucha prisa en enterrarlas; no fuera a ser que yo las viera y siguiera con cuentos molestando a todos. Además, pronto llegarían los primeros turistas de la temporada y no convenía...
Yo era niño cuando ocurrió.
viernes, 20 de agosto de 2010
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